miércoles, noviembre 29, 2006

La crucifixión

Cada vez que leo como nuestro señor fue juzgado a muerte me pongo triste. Pero esta mañana me puse furiosa Los Romanos fueron un imperio de leyes, se jactaban en su habilidad para hacer que las leyes se cumpliese. Es masa aun hoy en día tenemos en uso muchas de sus leyes y parte de su sistema legal.

El territorio de Israel era parte del imperio Romano. Como sabemos Poncio Pilatos era el gobernador de este conflictivo territorio. Roma tenia leyes que decían cuando se aplicaba la pena de muerte. Le presentan al gobernador a un hombre que no ha cometido ningún crimen mucho menos uno digno de muerte.

Para evitar problemas con las autoridades religiosas de aquel tiempo el gobernador Romano hace algo que aunque permitido porque el sujeto juzgado no era romano no era ético, manda a matar a un hombre inocente. No solo lo manda a matar, antes de eso lo golpean, lo azotan, lo humillan. Que descaro, como autoridades religiosas que están dentro de un templo enseñando humildad y altos principios éticos comenten un asesinato. Que descaro del gobernador romano no haber cumplido la ley por conveniencia.

La muerte de Jesús estaba escrita, Jesús Cristo cumple con la profecía y salva al mundo. Aleluya. Pero de igual forma fue el hombre inocente victima de un sistema corrupto.

Que tristeza tan grande que aun Dios sufrió por la injusticia. Me pregunto si como Cristianos deberíamos tratar de ayudar a tener un mejor sistema. Evitar la pena de muerte porque no solo mata a culpables sino a inocentes también, ayudar a que existan pruebas DNA para acusados de violación, ayudar a que los que llevamos a las oficinas no sean tan farsantes.

Deberíamos como Cristianos tratar de siempre escuchar a todas las personas incluyendo a nuestros seres humanos antes de juzgar, o como Jesucristo mismo dijo primero sacarnos la viga de madera en nuestro ojo antes de querer sacar una basurita del ojo de otro.
Jesús murió por nosotros porque tenia que hacerlo para salvarnos, lo hizo por amor, pero su muerte continua siendo un crimen perpetrado por envidia, egoísmo y comodidad. Un justo mal juzgado condenado a muerte sin merecerlo.

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