viernes, abril 29, 2011

Ser como los demás



Mi primer pastor era un hombre integro, honesto, bondadoso, humilde, un siervo de Dios. Él crió a sus hijos en la iglesia, los crió con ejemplo y con palabra. Estos hijos debieron haber sido como él es. Pero este no fue el caso.

Dos de sus hijos no siguieron el ejemplo. La hija salio embarazada cuando era adolescente y el hijo mayor saco a su novia embarazada también en la adolescencia. Mi pastor lleno de tristeza se tomó un sabático para reflexionar porque su vida se habría tornado así.

Luego se retiró del pastorado porque dice que la Biblia dice que “porque el que no sabe gobernar su casa ¿Cómo cuidara de la iglesia de Dios?” (1 Timoteo 3:5)    

El continua siendo un siervo de Dios, pero ya no es pastor. Yo sigo respetándolo como siempre. Pero me he preguntado muchas veces porque pasó esto. No recuerdo a nadie más que haya salido embarazada en la iglesia en aquel tiempo.

No sé que paso con la familia de mi amado hermano. Pero si que cuando yo era adolescente y aun niña quería pertenecer a los grupos “chic” del colegio, a las niñas lindas, al grupo de las fresas. Quería ser como todos los demás.

Mi familia tenia valores diferentes, el consumerismo no era parte de las ideas de mi madre. Así que entonces sufrí por ello, ahora creo que Dios me protegió de mucho dándome buenas amigas y alejándome de las malas.

Aun en la iglesia hay presión de ser como “todos,” de querer tener lo que tienen otros, la mentalidad de manada es poderosa y atrapa a muchos. A veces esta mentalidad no es buena. Y ciertamente fuera de la iglesia casi nunca es buena.

Jesús nos acepta como somos y si le damos la oportunidad nos ayuda a ser lo mejor que podemos ser. Con la guía de Cristo y aceptando su amor incondicional aprendemos a amarnos a nosotros mismos; a trabajar con lo que tenemos sabiamente y con diligencia; y nos bendice grandemente multiplicando nuestros dones y talentos y abriendo puertas para nosotros.

Pero si queremos algo o algunas cosas solo porque el “grupo” las tiene o las valora, y seguimos esto en lugar de nuestra voz interior, encontramos que solo estamos rechazando parte de nosotros. Si estamos en comunión con Cristo nuestra voz interior incluirá al espíritu santo.  

Es común querer ser parte del grupo durante la adolescencia y la ultima parte de la niñez. A medida que maduramos aprendemos que no tenemos que ser gustados por todos, no tenemos que hacer lo que otros hacen etc. Al madurar nos liberamos en parte o totalmente de esta tortura, pero antes de hacerlo sufrimos por querer ser como otros.

Hay personas que aprenden esto rápido y otras a quienes nos toma tiempo. Yo creo que es una lección valiosa y entre más temprano la aprendemos más creceremos como cristianos y como personas y más felices seremos.   

Dios nos creó como somos y por lo tanto hay que honrar lo que somos.
“Mas fuerte es el que esta en mi que el que esta en el mundo” 1 Juan 4:4


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